Volver a los clásicos
¿Por qué leer clásicos? ¿Qué me pueden aportar?. Estas son solo dos preguntas de las muchas que les podemos hacer a nuestros alumnos al llegar al aula. Nosotros tenemos muy claro sus beneficios, pero para ellos, y tal como decíamos el año pasado se les puede hacer cuesta arriba sentirse identificados con textos que, a sus ojos, son arcaicos y no reflejan la sociedad actual. Pero, ¿es realmente así?
Por qué los clásicos no caducan
Los clásicos prevalecen al paso del tiempo y no pasan de moda porque siempre tienen algo que contar, porque sus textos hablan sobre verdades universales, intemporales, que nos siguen afectando en nuestro día a día. Son un tesoro repleto de sabiduría y de ideologías actuales. Las obras de Jane Austen, por ejemplo, subrayan la importancia de casarse con la persona adecuada y por los motivos adecuados (el amor, prevaleciendo por encima de lo demás), mientras que Los sufrimientos del joven Werther, de Goethe, es una sensible exploración del desamor y la infelicidad y la lucha en contra de la sociedad. Ambos autores, de los muchísimos que podríamos enumerar, tienen estilos opuestos, pero el mensaje en sus obras sigue resonando en los lectores de cualquier generación.
«¿Tendría, entonces, que ocurrir que lo que hace la felicidad del hombre se haga a su vez la fuente de su desdicha?» Los sufrimientos del joven Werther, de Goethe.
¿Qué nos pueden aportar?
Asimismo, volver a los clásicos nos permite aprender muchísimo sobre la estructura de la sociedad y su funcionamiento en épocas pasadas, y ello nos facilita una mayor comprensión sobre su evolución. Nuestro conocimiento crece, entendemos mejor las cosas. En Oliver Twist, Charles Dickens representa sin romanticismos las sórdidas vidas de los criminales y expone el tratamiento cruel que recibían los huérfanos de Londres a mediados del siglo XIX. Las desventuras que vive Lazarillo de Tormes, por otro lado, plasman una ácida crítica a la sociedad de la época. Cualquier interesado en historia, filosofía y literatura puede leer clásicos y ver cómo las ideas han cambiado, y por qué el mundo de hoy es como es. Es esta relación con el presente lo que tenemos que potenciar en el aula, pues son historias que afectan y conmueven al lector aunque pasen muchos años.
Además, hoy en día podemos disfrutar de traducciones precisas y mucho más contemporáneas que hace unos años. Leer clásicos cuyas ediciones están cuidadas al detalle y que son fieles al original enriquece mucho más la experiencia del lector, y nos permite gozar de estas memorables historias y de personajes de lo más entrañables en su estilo más fiel. Por otro lado, es una buena oportunidad para comparar estos textos con escritos más contemporáneos, y ver cómo el lenguaje ha ido cambiando a lo largo de los años, cómo las estructuras y las expresiones han evolucionado y se han convertido en la lengua que hoy empleamos.
Eso sí, un consejo para las aulas: hay que evitar leer un clásico pensando que será aburrido y que no nos aportará nada. Elimina esas ideas preconcebidas de tu mente y léelo con maravilla, preguntándote por qué esa obra ha sobrevivido al paso del tiempo, mientras que hay otros libros que, a las dos semanas de su publicación, desaparecen de nuestra mente. ¿Por qué seguimos alabando su calidad, maravillándonos ante sus estructuras léxicas y enriqueciéndonos con sus verdades? Volvamos a los clásicos. Volvamos a maravillarnos. Leer un clásico hace que tu conciencia crezca, que reflexiones sobre “la diferencia entre cómo son las cosas, y cómo deberían de ser” (Kalpakgian, 2012). Es una experiencia que puedes encontrar en pocos lados, ¿no te parece?