Cómo tus expectativas afectan al rendimiento de los alumnos
Hay muchos factores que son determinantes en la gestión del aula y el comportamiento de los alumnos, pero uno que no solemos analizar demasiado es cómo nuestras expectativas condicionan de manera directa el rendimiento de nuestros alumnos. Ya son varios los estudios que lo corroboran, y hoy queremos centrarnos en analizar estas situaciones y cómo podemos remediarlas.
Pero, ¿cómo puede ser? Tal como explican en este artículo de NPR, en uno de los estudios se les dijo a los profesores que, a partir de un test de inteligencia, seis de sus alumnos (que habían sido escogidos previamente de manera aleatoria) estaban a punto de desarrollar grandes capacidades. El test no determinaba eso, ni muchísimo menos, y los alumnos eran chicos corrientes, pero la actitud de los profesores con ellos cambió. Los animaban más, eran más pacientes con sus respuestas, estaban más pendientes de ellos y mostraban, en general, más empatía. En consecuencia, el resultado de los alumnos mejoró.
Robert Pianta, director de la Curry School of Education de la Universidad de Virginia, afirma que cambiar las creencias y expectativas de los profesores no es sencillo. En una clase de 25 alumnos, es inevitable caer en ciertos estereotipos y expectativas que, posiblemente, no corresponden con la realidad. Si pensamos que los niños son “ruidosos” y se les tiene que “controlar”, por ejemplo cuando uno de ellos se levanta de la silla y entusiasmado proclama que sabe la respuesta, la primera reacción del profesor será decirle que se siente de nuevo y no escucharemos lo que tiene que decir. El niño, a su vez, se impacientará y no se sentirá escuchado ni que forma parte de la clase. Si, en cambio, le respondemos con calma, escuchamos su respuesta y le pedimos que se siente de un modo paciente y calmado, la reacción que obtendremos de este alumno puede ser completamente distinta.
¿Qué podemos hacer para cambiar las expectativas?
Los consejos del artículo de NPR para mantener una mente abierta en el aula y no dejarnos llevar por prejuicios que pueden perjudicar la actitud del alumno son las siguientes:
- Observar cómo interactúan los alumnos y entender qué son capaces de hacer.
- Escuchar y entender sus motivaciones y objetivos. Saber qué piensan de los ejercicios que hacéis en el aula. Darles voz.
- Cambiar tu reacción ante comportamientos difíciles. Entender que, quizás, es su manera de llamar la atención y de expresarse. Respirar, y no dejarse llevar por el pronto del momento.
- Pensar en la escuela a través de sus ojos. Entiende qué les gusta, deja que te lo cuenten en el aula a través de los medios necesarios. Integra estos aspectos en la clase, en tu día a día.
- Reflexionar y ser introspectivo. ¿Cuáles eran los mejores profesores que tuviste y por qué te gustaban tanto? ¿Qué cualidades tenían? ¿Y los peores? ¿Cómo te describirían tus alumnos ahora, cómo tus creencias y expectativas influye en cómo te perciben? Este ejercicio puede sorprenderte, y beneficiarte más de lo que piensas.
Ken Robinson, académico y autor de Escuelas creativas, afirma que un buen profesor, aquel que alcanza el equilibrio entre una enseñanza tradicional y progresista, aquel que se adapta a las necesidades de cada situación y de sus alumnos, es capaz de motivar a sus alumnos, facilitar el aprendizaje, tener expectativas positivas respecto a ellos y capacitarlos para creer en sí mismos. Si los profesores “les transmiten que esperan que lo hagan bien, hay muchas más probabilidades de que así sea”. Los alumnos pueden aprender que, aunque no alcancen el máximo nivel de rendimiento, saben que sus profesores se centran en lo positivo, no los tachan de inútiles ni de casos perdidos, y eso les incentiva a mejorar y seguir esforzándose.
Y tú, ¿cómo crees que tus expectativas afectan a tus alumnos? ¿Qué medidas tomas para evitarlo?